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La haremos directamente en clase.
La destrucción de la cultura
Una cultura intelectual se construye lentamente durante siglos y,
ya que somos seres biológicos, no existe otra manera de conservar lo
conseguido que no sea transmitirlo a la generación siguiente. Los productos
de la labor intelectual de nuestros antepasados forman la base
inmaterial sobre la que está construida la sociedad. El desarrollo técnico
de que disfrutamos, y que depende del desarrollo intelectual general,
también nos es entregado en herencia para conservarlo y desarrollarlo.
Si no aceptamos hacernos cargo de la transmisión de los conocimientos,
el retroceso intelectual y tecnológico es inevitable.
Los alumnos de hoy estudian más años, cuestan más a la
sociedad, pero aprenden menos. Esto no parece importarles a los pedagogistas
que simplemente niegan los hechos diciendo que los alumnos
no han aprendido menos sino otras cosas. ¿A qué otras cosas se
refieren los que quieren “desarrollar” la educación? Todos mencionan
lo mismo: usar un buscador en internet, saber imprimir un texto en una
impresora, saber organizar un trabajo de equipo y no tener miedo a
cuestionar los contenidos curriculares. A esto último se le denomina
haber adquirido pensamiento crítico. Después de vaciar a la escuela de
su tradición, se abren las puertas al capricho, a la moda, a la comunicación
entre los alumnos, a lo lúdico, a cualquier cosa que no requiera el
largo aprendizaje previo característico de la cultura.
Además, lo moderno se presenta como “todo vale”.
El desconocimiento histórico
produce un efecto social muy negativo: los ciudadanos no se saben
miembros de una comunidad porque han perdido sus referencias comunes.
Los ciudadanos de los países democráticos no conocen ya la
larga lucha de sus antepasados para conseguir este tipo de sistema, y
los inmigrantes quizás no conozcan la historia de su país de origen ni la
del nuevo. Cuando los ciudadanos no tienen en común ningún acervo
cultural, no podrán vivir en realidad en una sociedad coherente y organizada,
sino en una de varios grupitos yuxtapuestos. La sociedad se
diluirá en la simple coexistencia en un mismo espacio. En vez de
colaborar en un proyecto común, bastará con tolerarse los unos a los
otros. Deberíamos recordar que todos los regímenes autoritarios se
han destacado por querer imponer la amnesia histórica a sus súbditos.
Les conviene que la historia empiece con ellos y que se transmita la
versión suya del pasado.
Hoy se estudia en muchos colegios una historia fragmentada:
sólo ciertas épocas y de manera superficial. Siguiendo a Foucault, el
estudio se centra en comprender quiénes son los dominadores y quiénes
los dominados; a los primeros siempre les toca el papel de malos y
a los segundos el de buenos. En los manuales hay ahora textos breves,
supuestamente divertidos, y muchas fotos en colores. Así, el alumno
sigue siendo un niño ignorante; los libros no lo preparan para su futura
vida de adulto sino que sólo aspiran a entretenerle mientras es niño,
prolongando su inmadurez.
INGER ENKVIST, La influencia de la nueva pedagogía, 2010.